Cada noche mi hija de dos años y
medio me pide un cuento, la primera vez me quedé bloqueada, ya no me acordaba
de los cuentos clásicos, de si a cenicienta se la comía el lobo o si el lobo
moría, ¿o será el cuento de caperucita roja?, ¿y qué le cuento?, ¡menudo
estrés!, no disfrutaba nada, encima mi hija me decía, “mamá que así no es”, claro, me los terminaba inventando….Ahora me
he hecho con varias colecciones de cuentos, y el cuento no sólo es para mi hija,
sino también es para mí, pienso y ¿esta noche en quien me voy a convertir?, ¿en una princesa?, ¿en una bella
ricitos de oro?, ¿en un animal de la granja?, ¿en un dragón?....la verdad es
que si dejamos volar nuestra imaginación, como hacen los niños, podemos descubrir
un mundo de posibilidades. Salimos de nuestra rutina, de nuestras
preocupaciones, del aburrimiento y por un rato estamos disfrutando de la magia
de la fantasía, nuevas perspectivas se abren ante nosotros.
Te invito a pensar, ¿qué me falto en mi infancia?, quizás
fue amor, quizás fue reconocimiento, o quizás ser apoyado en la lectura o en
actividades de ocio. ¿Y cómo cambiaría tu vida si TU, ahora, en el presente, te
pudieses dar lo que faltó?, es decir, te invito a que conectes con tu niño/a,
ese niño/a al que algo le faltó y que te lo des.
Cuando leo cuentos con mi hija,
me convierto en una niña de 8 años que quería leer cuentos de Celia y sus amigos
y entonces una actividad que puede
parecer una lata “a ver si la niña se duerme y descanso”, se convierte en un
encuentro, en un placer , en una sanación y repara el pasado y nutre el presente.
Os animo a que os convirtáis en niños
con vuestros hijos.
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